ESCRITOS CON ALMA - GUERRERO
GUERRERO
De repente, me encuentro pensando en ti bajo la lluvia sin que me asista la seguridad de que tus pensamientos son los mismos que ensordecen mis sentidos, a veces tan puros, tan irreverentes, tan como son. En la infinita transitoriedad de la efímera existencia siento el ahogo de su impermanencia. Y entonces, asoma tu recuerdo a mi presencia buscando una excusa para tenerte cerca y no dejarte ir. Entonces, decido tomar mis ropajes para ti. Selecciono de entre ellos aquél que al vestir mi cuerpo lo ilumine, los zapatos que permitan alcanzar tus estaturas de roble, y accesorios que me muestren más indígena. De repente, salgo vestida de lluvia por las tardes e intento alcanzar tus tempestades. Atraerlas a mi pecho deseoso, y bañarme con ellas hasta el infinito.
 
Si me lo permites. Tomaré tu boca de guerrero ausente. Beberé en tus labios los soplos de vida que a mi aliento faltan y en la augusta soledad de los silencios haré tus pensamientos mi alegría. Si me lo permites, he de acompañarte desde mis angustias, desde mis deseos, para celebrar el regreso de las tardes a orillas de la playa. Emerger desde los azules, donde tus sentimientos se confunden con los míos. Si me lo permites, intentaré hacer mío tu cuerpo en los orígenes. Navegaré tus impenetrables turbulencias hasta renacer juntos desde las cenizas.
 
Después de leerte, me fui al mar. Sin más pensamientos que aquellas palabras de poeta amado. Allí, donde una vez dejé de comer para pensarte, intenté atraerte desde mis regresos. A veces me sacude la duda de no saber si te envolverás entre mis olas tranquilas, serenadas de tu imagen. Otras veces, el sol enfría las alas del verano para alejarte hasta que, de nuevo en la presencia algo indica que aún sigues allí. No existe sentimiento que impida este constante devenir en tus palabras, tu mirada, tu pelo recién cortado. Tus manos asidas a las mías. Tus labios rozando apenas los labios que te nombran. En un vivir de angustias. En la pena de no saber qué piensas en este ingenuo ser que te sueña. Entonces, se apagan los olores de la duda. Entonces, te sentí venir desde la niebla, desde la profundidad de los mares, desde la mirada perdida. Y entonces, lamenté no encontrarte antes. Antes de esta vida enterrada entre libros y olas. La noche ofrece los más hermosos pensamientos. El mar, imagen viva de mis internos te llama. Los poetas solemos ser tormentosos. Por ello, busco sus aguas profundas para acallar las angustias que me embargan. Los deseos más amados. En este momento, escribo para ti como si existieses siempre. Al final, me invade la tristeza con sus garras ponzoñosas cuando se diluyen los deseos de la madrugada, como si en verdad te hubieras separado de mi cuerpo. A veces te siento desesperar desde las distancias. Escapo de tu vista para no perder este sentimiento hermoso que me invade toda. A veces, huyo de ti como el pequeño ciervo de su cazador y busco refugio en los más íntimos pensamientos del pasado. Pero, al no sentirte cerca, me ahoga la pena de no verte y decirte por ejemplo, ¡Te cortaste el pelo! No sé por cuánto tiempo durará esta alegría de saberte en mi poesía.
 
Sin quererlo, me enamoré de tu presencia. Mi dulce guerrero ausente. Todas las tardes vuelo hasta la orilla de aquella playa que te sueña. Busco entre las tranquilas aguas las huellas de un amor no consumado. Imposible e ignoto. No tengo valor para desentrañar sus orígenes. Temo no encontrarte algún día. Temo morir sin abrazarte. Temo a la oscuridad del sueño y a la lucidez con la que tanto te extraño.
                                                          
 
 
Desde ayer te busco insistentemente. Eres sólo sueño Escarbo ojos transeúntes en el alma de los hombres. La sola idea de no hallarte atrae tristeza y lejanía. Mi buen guerrero. Te invento cada mañana en el vuelo de las aves. El regreso de algún barco. Un alcatraz. Volaron las esperanzas. Las vivencias, sólo sueños. El ahora, mar de angustias. Altas temperaturas por las noches y temor invaden los espacios. Este romanticismo extemporáneo rompe con la poesía. Confesiones moribundas. El silencio entrega en su alma de plata un susurro. Escasa serenidad. Te dejas sentir entre la brisa como el siempre guerrero amado ausente. Cedí a los miedos. Al guerrero de mis sueños. Rendida estoy cual enemiga. Hará de mí lo que quiera.
                                          
 
Tres días, tres siglos. Recrear la vida en un momento. Temporal de encantos abrazados. Árboles aferrados a la orilla por temor al vendaval. Tres días tres siglos. Huir del desconcierto. Que producen los gratos recuerdos. Los inolvidables ratos. Estancias prohibidas. Volver a nacer. Volver a la vida, intentos perdidos. Más allá. Al otro lado del mar. Tu vida. La transparencia de una imagen se pierde en infinito. Ahora. Grises turbulencias empañan vivo recuerdo. Los celos. Con sus garras de hambrientos gavilanes presagian despedidas. Hurgando sobre recientes heridas. No hay retorno. Será necesario vivir otra vez para hacer de cada alegría un eterno regreso.
 
Escuché su voz al fin. Un rumor de música solemne y silenciosa pobló mis espacios. Tocó al oído. Trae sosiego a mi alma. No importa si es adiós o noticia no deseada. Alegra mi vida. En el dolor y las alegrías deseo escuchar al eco. Recordarte cada instante en este sueño que te sueña. Su voz. Su voz. Palabras acariciando los oídos. Palabra no escuchada por siglos. Regresaré a la vida si la vida se marcha. Volveré para dejar que te encuentre. En esta batalla sin fin, acuartelada estoy. No hay regreso. Imposible volver de manera sensata. Amarte y nacer dan igual a morir en ti. No deseo otra vida ajena a este sentimiento. En esta noche de amaneceres muere una esperanza. La vida toda, inquietud, desesperanza. Caminan sin rumbo mis versos. Todo lo quieren decir. Prohibido el encanto. La barca. Su pito extraño eco. Eco que invade el paisaje todo. Te extraño allí Guerrero de mirada dura. En esta isla, tan llena de libros, papeles y olores a café y cigarrillo, te extraño guerrero ausente. Tu imagen luce pura a mis sentidos. Invita a soñar desde los ensueños. En suaves caminos se convierte la poesía.
 
No quiero pensar en la obligada palabra “olvido” Prefiero visitar las trashumancias. Buscar aquel otro significado de la vida. Olvidar, castigo de quienes han osado tocar encantos ajenos. Aprender a vivir mirándote desde el azul. No existe mayor castigo que dejar de mirarte. Acepto las reglas que necesariamente, impone la vida. Viniste tardíamente. ¿Quién habrá inventado la palabra olvido?. Es tan fácil vivir de recuerdos? La vida está concebida de recuerdos y misterios. Todo lo demás, experiencia que enriquece ese inventario. 
 
Probablemente, para quien no posea algo o nada, esto poco significará. Para quien te haya poseído sin jamás haber tenido algo, será la máxima riqueza. En estos momentos me pesa en vida no haber cubierto las expectativas del guerrero distante. No fui lo suficientemente amor esperado. A veces, las circunstancias oprimen. Es difícil ser quien se es. Dame una tregua! Permite me acostumbre al nuevo esquema. La vida me impone sus patrones. No marches ahora. No deseo pasar por la vida como quien pasó volando. Sin haber sembrado el más pequeño sentimiento, el más dulce recuerdo.
 
 
Hoy en el parque, me pareció verte como una sombra transitar las empedradas veredas. Mientras ellas practicaban yoga. Parecían chiquillas traviesas bajo la concha acústica. Venías hacia mi con dos niños atados a tus manos. A tus espaldas, ella, joven, cargando a un recién nacido. Mis esperanzas cayeron como lo hacen las hojas del verano. Aquellas que los árboles entregan al aire hasta dejarlas caer al suelo húmedo. Más allá, a lo lejos, un camión lleno de hombres. Repicar de timbales anunciando las próximas fiestas. Todos ríen, son felices. El universo los imita. Mi corazón siente nostalgia. Distraigo la mirada hacia otro sitio. La humedad se asoma en mí al descubrir el espejismo. El hombre sacude del piso las hojas secas. Intenta limpiarlo con un ramaje que figura escoba. El pedazo de palma verde asea obedientemente los caminos del parque. Va vestido en azul de dos tonalidades. Claro y oscuro. De espaldas a mi, frente a la basura, impulsa los abrojos hacia la verde grama. Sacude la palma como se escurren las penas de su alma. Todos hacen lo mismo mientras yo, detenida en este verdor sin tiempo ni testigos no hago más que recordarte.
Ayer estuve en el mar. Nuevamente, la mirada se extendía hasta el vasto horizonte donde –supuestamente- te encontrabas. Frente a mi, el azul de Salmerón cubría mis sentidos y como Cordera, suspiraba creyéndome dormida. De repente, me aturdieron los celos de saberte en otra boca y apresuré la partida para no mirar más la lejanía entre las aguas. Hoy, decidí llamarte. Las inquietudes no sanaron. Juré desde entonces, dejar pasar la vida como el destino lo indique. Impaciencia ciega mi espíritu. Busco afanosamente en los recuerdos aquella locura inacabada para reír y disfrutar de ese momento inolvidable. Descubrí finalmente, que por donde pasamos, vamos dejando las llaves, pasos, una mirada, perfume de mujer, parte de nuestra existencia. A cada paso, dejamos en el camino algo de nuestras vidas. Quizás cansancio o deseo inacabado. Entonces, somos aves migratorias de regiones frías. Volamos en cotidiano hacia lo eterno. Mientras la vida, camina hacia el ocaso. Es por eso, vida que te extraño en esas meditaciones de viajes y regresos por los caminos del tiempo. Te extraño en las partidas. Te extraño en la brisa del mar que acaricia mi rostro envejecido, el cuerpo, el universo. Entonces, amante, valiente guerrero, distante vida, sueño, respiro, mi boca muere de sed infinita por ti. Finalmente, de tanto marchar lentamente, de tanto recorrer caminos, tú, vida me has dejado sola.
 
Sigues allí. Siempre allí, guerrero ausente. Indiferencia labra caminos con lanzas de bronce. Acostumbrado a no tomar decisiones acertadas, dejas perder sueños para dar paso a desesperanzas. Inútil los intentos. Inútil seguir apegada al sueño de eterno navegar y los regresos. Continúo sola en mar de ensueños. Navego sin rumbo hasta lugares perdidos. Quiero encontrarte. Siempre encontrarte. Las velas del sueño errante envejecieron de tanto buscar al sol entre los hielos. Entre los húmedos caminos. Rendida. Rendida al fin, brújula cae. No permite abrir otros caminos. Se detiene en navegaciones y regresos como quien vara su barco en el camino. No más buscarte en sueños. Detengo las páginas de la historia escrita para ti. Comienzo a buscar mis ilusiones. Dejare que agua penetre la tumba y arrase todo desde las embravecidas olas. Desérticas quedarán   las palabras cuando nostalgia todo lo acabe. Y extrañarás entonces, la ignota presencia que te canta. Lamentarás no haber surcado el horizonte. Todo se volverá un canto a la desesperanza.
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